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Esperanza Aguirre a la carrera

Mucho se ha hablado estos días de los trágicos atentados terroristas sucedidos en Bombay, en tierras lejanas de la India, país en conflicto permanente con su vecino Pakistán.

Quiso la casualidad que uno de los hoteles donde los terroristas irrumpieron por la fuerza de las armas, dedicándose a disparar a lo que veían y a lanzar granadas, era el hotel donde se hospedaba Esperanza Aguirre, que había acudido con una nutrida comitiva a buscar fuentes de negocio para empresarios madrileños.

 

En el momento que sucedieron los primeros ataques, la presidenta Aguirre pudo escapar a duras penas aprovechando zonas sin vigilar, como las cocinas del hotel y una vez en la calle, al aeropuerto y a España, poniendo los kilómetros por medio que cualquiera en su lugar le gustaría poner.

No suelo ser yo un defensor de los políticos y menos aún de los políticos del partido Popular pero la estupidez que se ha montado en torno a esta salida por patas de la señora Aguirre es más propia de chascarrillos de taberna que de políticos en ejercicio. Mea esta vez, como muchas el señor Blanco, fuera del tiesto.

La señora Aguirre, a la sazón, presidenta de la Comunidad de Madrid, va acompañada a esos viajes y a todos lados, de una escolta que debe velar por su integridad. Es por tanto lógico que su escolta actuase y actuase bien, al sacarla del hotel y alejarla de él lo más posible.
Dicen los paletos que Esperanza Aguirre debió permanecer, sino en el hotel, al menos en el aeropuerto hasta que toda la representación que la acompañaba en el viaje estuviera a salvo.
Error. En primer lugar, por muy presidenta de Madrid que sea, no puede hacer lo que le dé la gana sino lo que la razón y el sentido común dicten.

Su presencia en el aeropuerto no hubiera contribuido en nada a la integridad del resto de sus acompañantes. Un político de esta talla, gobernante de una comunidad de un país importante como es España, a lo más que puede aspirar en una de estas situaciones es a estorbar, a distraer fuerzas necesarias para su protección que podrían dedicarse a luchar contra los terroristas, a proporcionar un blanco fácil y con renombre para que estos terroristas tengan más eco del que pretendían.

En lo único que la señora Aguirre ha podido equivocarse es en la precipitación con la que ha dado la rueda de prensa en Madrid, nada más bajarse del avión, contando con pelos y señales lo sucedido, dando pábula a la creencia de que “lo que no mata engorda” y que tras la experiencia sufrida trataba de arañar algunos votos más por la vía de las simpatías. No lo creo. Para empezar porque Aguirre tiene un electorado fiel en Madrid, un electorado convencido y no necesita más votantes. Pero ese puede haber sido su error, la precipitación en contarlo.

Los que se plantean la excesiva velocidad con la que Esperanza Aguirre salió de la India deberían ponerse al menos, en su piel, no ya como política sino como persona. El instinto de conservación es uno de los pocos sentidos animales que nos quedan y éste hace que las personas luchen por sus vidas con energías que ni siquiera sabían que tenían. Además de persona, la presidenta Aguirre es política y gobernante, su integridad debe ser puesta a salvo en la medida de lo posible, con la mayor rapidez y eficacia. Todo lo demás son tonterías propias de una oposición en Madrid que poco tiene que hacer mientras no cambien las cosas y propias de la falta de elegancia de un señor, José Blanco, que no se distingue precisamente por ello.

Claudio

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