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El Estado de la Nación

No es necesario ser un experto en números (o en letras) para darse cuenta de que el estado de la nación es bastante precario. Cualquiera que pise la calle a diario puede haberse dado cuenta ya de que estamos inmersos en una crisis galopante, cuyos responsables “no están en desiertos muy lejanos ni en montañas remotas”.

La clase política sin embargo, prefiere dedicar su atención a otras cosas. Toda la clase política, la que gobierna y la que pretende hacerlo, se enzarza en temas que al ciudadano ni le importan ni le producen el más mínimo desahogo económico.

¿Por qué no aprovecha la oposición la situación económica actual para hacer verdadera oposición? Pues es difícil saberlo. Posiblemente opinen que la economía es una herencia suya o bien, que al votante se le llega mal hablando de números.

Partido en el gobierno y partido en la oposición, llevan toda la legislatura discutiendo sobre lo mismo, sin cambiar argumentos ni variar de posición un ápice: el terrorismo. Unos para echar en cara la victoria electoral, otros, la mala gestión de la información. Unos para intentar a toda costa mantener el poder y otros para conseguir recuperarlo como sea.

Y realmente, ¿a quién le importa si De Juana Chaos se pasea por la calle con su novia o con una prima suya de Valladolid? ¿Es realmente relevante si el terrorista confeso, y aún convicto, tuvo un bis a bis en la ducha? ¿Por qué ese afán de hablar de las pequeñas cosas, tratando de llegar al hígado, que ya no sólo al corazón, de unas víctimas cada día más manipuladas porque cada día se les da mayor importancia de la que realmente tienen? ¿O se las está ignorando desde el gobierno cuando debería escucharse su voz?

La derecha toma las calles y el colosal líder de la oposición toma el relevo del líder pancartero y le acusa de romper lo que él mismo calificó de invento sacado de una chistera. La izquierda, tan sensible en otro tiempo a lo que la calle decía, ahora en el poder, hace oídos sordos. El mundo de la cultura, tan presente antes en batallas que no le concernía, ahora permanece en el silencio y recluido en los teatros. Todo ello con el único fin de mantener o recupera el poder. Se detienen folclóricas, se agrede a ministros, se insulta al presidente del gobierno, se insulta al líder de la oposición, el presidente saliente se deja crecer el pelo, que no las ideas y bebe más de la cuenta o lo que es peor, actúa sin beber contra intereses españoles en un acto de deslealtad a su país.

Y a todo esto, los ciudadanos asistimos sin poder hacer nada más que emitir nuestro voto cuando nos lo piden. Asistimos ahora al preámbulo de las elecciones municipales. Se asfaltan las calles, se pintan los pasos de peatones, se ultiman los parques y plazas, se construyen aparcamientos, el gasto municipal se dispara cuando llega el momento de pedir el sufragio. Los políticos, por otra parte, cada día más políticos y menos profesionales de otras cosas, se aferran al poder porque no tienen y no saben hacer otra cosa, se juegan su sillón, su sueldo, su poltrona, el pan de sus hijos porque al margen de la política son más inútiles que el sastre de Tarzán.

En los tiempos que corren y con las familias cada vez con más dificultades para llegar a fin de mes, lo que menos importa es si de Juana escribió un libro, si era titadine o goma dos, si Sarkozy gobierna en Francia o lo hace Royal, si se presenta ANV o HB o la madre del cordero. No nos importa, no nos da de comer, no paga nuestras hipotecas ni las facturas. Los políticos han perdido el norte que debieran haber mantenido visible. Trabajan por el bienestar de la ciudadanía pero eso se les olvida. Parecen trabajar para perpetuarse como especie, para mantener sus prebendas y sus sueldos porque, ¿a dónde van a ir que mejor les paguen por hacer menos? Algunos, directamente a engrosar las listas del paro y con un difícil futuro laboral.

El político actual carece de preparación para hacer otras cosas y por tanto, hará lo que sea para llegar al poder o mantenerlo. Incluso gobernar.

Claudio

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